UN PASEANTE EN NUEVA YORK
Un niño, hijo de modestos trabajadores emigrantes ruso-judíos, camina por las calles de su barrio. Ésas son las señas de identidad del caminante que está a punto de atravesar el puente de Brooklyn para adentrarse en la Nueva York de los años veinte, y esos paseos serán su primer viaje que, como todo viaje digno de tal nombre -y el de Alfred Kazin en Un paseante en Nueva York lo es-, se convertirá sobre todo en un pasaje hacia el conocimiento en un tiempo vital, el de los años de la infancia y la adolescencia, propicio para los grandes descubrimientos.
Un niño, hijo de modestos trabajadores emigrantes ruso-judíos, camina por las calles de su barrio. Ésas son las señas de identidad del caminante que está a punto de atravesar el puente de Brooklyn para adentrarse en la Nueva York de los años veinte, y esos paseos serán su primer viaje que, como todo viaje digno de tal nombre -y el de Alfred Kazin en Un paseante en Nueva York lo es-, se convertirá sobre todo en un pasaje hacia el conocimiento en un tiempo vital, el de los años de la infancia y la adolescencia, propicio para los grandes descubrimientos.